Texto: Guillermo Zuñiga
Fotos: Pablo Olivera
Las máquinas, siempre un objeto de admiración por parte del Ser Humano, pero algunas de ellas se dice que tienen alma, músculos, actitud, una expresión, convirtiéndose en una especie nueva de animal; eso es lo que pasa con los autos de carrera, sobre todo con los primeros, aquellos que cruzaban las carreteras y caminos aún sin pavimentar.
Hoy, un mundo complejo y muy difícil de sorprender, ya olvidó aquellas máquinas esplendorosas, yacen en una memoria prehistórica que algunos pocos se atreven a conservar y a mantener viva, esos hombres audaces dan la oportunidad a nuevas generaciones de admirar y sorprenderse como lo hicieron generaciones pasadas, deteniendo el tiempo en un instante donde sólo existe felicidad.
En primer lugar los Baquets -Concepto que nace del asiento pequeño tipo «cubeta» o «Bucket» en inglés, pero más derivado del término en francés «Baquet»-, autos de carrera que pertenecen a una época donde quien se atrevía a dominar uno, era un verdadero héroe que desafiaba a la muerte. Estos autos son lo más fundamental en el concepto de los autos de carrera, chasis, frenos, motor y dos asientos, algunos carentes de luces, comenzaron a aparecer incluso antes que el automóvil se masificara, los autos de carrera se volvieron un objeto de deseo muy rápidamente. Con las ruedas descubiertas, sin techo, sin parabrisas, con sólo lo justo y necesario para reducir el peso al máximo, estos autos competían en caminos abiertos, generalmente recorriendo largas distancias entre pueblos y cuidades. Hacia la década de 1930 comenzaron a aparecer los primeros circuitos permanentes, lo que empujó a los Baquets a volverse autos más complejos y a dibujar lo que serían los autos de Fórmula unas décadas más tarde; Con la aparición de los circuitos nacieron los Grand Prix, lo que hoy podría decirse que es la Fórmula 1. Esta «transición» conservó muchos Baquets compitiendo a camino abierto, pero hicieron su aparición las «Cupecitas», autos con carrocería y más similares a los normales que podíamos ver día a día.
Con las «Cupecitas» se comenzó a avanzar y naturalmente a evolucionar los autos de «Turismo», un concepto iniciado en Italia en la llamada «Targa Florio». Las competencias en circuito ya se habian tomado toda Europa para los años 40, post Segunda Guerra sólo se realizaban algunas competencias a camino abierto, ya desapareciendo por completo en los años 60 y dejando el paso a los «Rallys».
En Sudamérica el concepto de competir en camino abierto duró un tiempo más, hasta entrado en los años 70, donde el «Turismo Carretera» habia tomado un protagonismo mucho mayor que sus homólogos en Europa, allá lo popular eran los Gran Prix y la Fórmula 1, algo tímido acá al ser aún escasos los autódromos permanentes.
Todo ese tramo de historia estuvo presente en este evento, una franja de unos 60 años de historia, organizado por el recientemente formado Club de Baquets de Chile en su primer rally, una ocasión histórica de la que pudimos ser parte. La reunión fue para estos autos, símbolo del espíritu de la libertad y los sueños de varias generaciones. El evento era un recorrido por distintas localidades de la zona central de Chile, partiendo en Santiago y llegando a Viña del Mar, en un trayecto que bordeaba los 100 km. La aventura estaba garantizada, con autos de 60 a más de 100 años de antigüedad, entrabamos a territorio desconocido.
La reunión tuvo una treintena de autos, todos funcionando, iniciando con un Ford T de 1914, Ford A 1929 y 1930 (Todos Baquets de competición), Chevrolet Baquet 1930, un fabuloso Auburn 1930 (desaparecida marca de origen estadounidense), 3 réplicas de Bugatti Typ 35 (uno de los autos de carrera más exitoso de todos los tiempos), también estuvo un Hudson Super Six 1929 Supercharged con dos carburadores Hudson y un Chevrolet Baquet de 1939, entre los que estuvieron en el grupo Baquet.
En los autos carrozados tuvimos también varios representantes, como un Ford 1947, llamado «El Ángel de la Victoria», homenaje al gran Lorenzo Varoli y a Sergio Neder; el Chevrolet 1934 réplica exacta del utilizado por Raúl «Papín» Jaras para ganar sus sucesivos Campeonatos de Turismo Carretera chileno, un Saab 96 con su particular motor de 2 tiempos, un Chrysler 75 Roadster de 1929 y la joya de la corona, La Liebre Pronello III, un turismo Carretera fabricado en Argentina a base del IKA Torino, como un fiel representante de la historia del automovilismo argentino y su íntimo enlace con el automovilismo chileno.
Este Rally de Baquets y TC , que combinó rutas de montaña, urbanas y carretera, maravilló a cientos de personas que tuvieron la oportunidad de verlos pasar, grandes y chicos borraron la línea del tiempo y detuvieron sus vidas para sonreír y admirar un momento único, vivido gracias a la iniciativa de personas que dieron importancia a conservar la historia, nuestra cultura y recordar el camino que hemos recorrido, camino simbólicamente representado por estos autos, siempre compitiendo por «caminos».